martes, 17 de marzo de 2009

DE LA CALLE DELC ARTUCHO A LA ATENAS SUDAMERICANA.UN EJEMPLO

PROYECTO CÚNDUA,
ALCALDIA MAYOR DE BOGOTA, 100 PAG. 2005.

Memorias urbanas de “La calle del Cartucho”


“ A veces ciudades diversas se suceden sobre el mismo nombre, nacen y mueren sin haberse conocido, incomunícales entre sí”
Italo Calvino (1)

Libro que trata sobre el imaginario social y urbano en la antigua calle del cartucho de Bogotá, a manera de un laboratorio urbano con propuestas artísticas para este sector de la ciudad. Pero ¿qué es Cúndua?, ese extraño nombre que le da titulo al libro. El termino tiene antecedentes en al mitología Arhuaca empleado por los indígenas de la Sierra nevada de Santa Marta y se refiere “al lugar a donde todos iremos después de la muerte”. EL proyecto se plantea como un pacto por la vida.
Patrocinado por La Alcaldía mayor de Bogotá, en el segundo periodo de la Alcaldía de Antanas Mockus, luego de las grandes reformas urbanas del alcalde urbanista Peñalosa, quedó un gran interrogante para recuperación social y humana de este sector deprimido de la ciudad. La gestora del proyecto es Alicia Eugenia Silva, la secretaria de Gobierno de Antanas, que con una fina sensibilidad social, cruzada con la política alternativa del alcalde Mockus , producen un laboratorio social único en su genero encarnado en las ilustrativas páginas de este libro documento.
En un futuro cuando los urbanistas e investigadores sociales quieran saber qué pasó en la calle del cartucho, tendrán que necesariamente referirse a este libro mapa de la memoria de lo que fue un complejo conglomerado social, que a su vez fue un símbolo del abandono, la postración y el malestar profundo de la marginalidad como expresión de las profundas desigualdades sociales que encarna un metrópoli como Bogotá.
Para precisar contextos hay que decir a manera de ilustración que la Calle del cartucho se encuentra en el barrio Santa Inés de Bogotá, uno de los sectores que hace 50 años tenían una dinámica propia y de comercio especializado, dada su cercanía con las terminales de transporte, que quedaban en la zona, generando un eje con la estación Terminal de ferrocarril. Un sector que vinculado a la Plaza España – hoy felizmente recuperada- y a la iglesia de los Mártires tenía un repertorio de arquitectura republicana, dado que allí asentaron comerciantes de la burguesía emergente con tipologías arquitectónicas decorosas. Se da en este sector una tensión política entre la recuperación de un sector de la ciudad para beneficio de todos los ciudadanos, como el parque “Tercer Milenio” –poco visitado por cierto-, y lo que fue un sector patrimonial, deteriorado por el abuso en el comercio marginal de estupefacientes y donde se narran las historias mas increíbles que se puedan escuchar de boca de su habitantes.
El proyecto en términos generales quiere involucran a estos habitantes – antes de ser desalojados por el buldózer y la aplanadora del progreso- para que cuenten sus historias, afirmen sus identidades y narren desde una perspectiva artística las memorias que los acompañan antes del desalojo final :“Quisimos que todos entendiéramos que es posible darle nuevos sentidos a la mirada. Muchos se sintieron por primera vez protagonistas de su propia historia. Algunos olvidados por la sociedad, reafirmaron su condición de ser humanos y nos invitaron a reconocernos como iguales, a reconocer al otro”. Se trató, en síntesis, de valorar la vida de cada una de estas personas para reconocerse como sociedad y compartir una experiencia identitaria y de autoafirmación social. El proyecto explora desde la memoria y el arte, maneras novedosas de proteger la vida y fomentar la convivencia.

Y es que hay que ser puntuales y claros, recordemos que debido al grave estado de abandono y deterioro social y urbanístico del área, que presentó las mas altas de homicidio e inseguridad en Bogotá, durante la última década, la renovación implicó la demolición de las veinte hectáreas – un amputación colosal- del Barrio Santa Inés. O, como dijo Alberto Saldarriaga:”una ciudad bien construida no es sólo aquella en que los espacios y sus edificios son duraderos y bellos; es aquella, cuyos espacios y edificios tienen sentido en la vida de sus ciudadanos” (2). No se puede pretender hacer una limpieza social urbana, sin redimir a sus pobladores, porque en las ciudades, las poblaciones flotantes tarde o temprano encuentran formas de apropiarse del espacio. La ciudad es una síntesis de las luchas por la conquistas de un espacio, de identificar un territorio y de apropiarse de todos sus significados de supervivencia. No podemos pretender tener una Bogotá como una taza de plata para la vista de los foráneos , desplazando población marginal –emigrantes, desplazados, desempleados- que tarde o temprano irán a parar a la delincuencia, o a sectores infiltrados de las guerrillas urbanas o los paramilitares. Todos estos procesos son caldo de cultivo para desestabilización y hay que recuperar el tejido social, desgarrado por décadas de olvido e indiferencia hacia la marginalidad. En ese sentido, la afirmación del profesor Zambrano, uno de los directores el proyecto Cúndua “Una pacto por la vida”, me parece muy puntual cuando afirma de manera radical que todos contribuimos a la construcción del cartucho :”Si aceptamos que uno de los ejercicios del poder es el manejo de la memoria, la no comprensión de lo que sucedió en esta porción de nuestro espacio urbano, no entender que el Cartucho somos todos, que durante medio siglo toda la ciudad contribuyó a la destrucción de Santa Inés, y que la solución no sólo pasa por ordenar esta porción de “urbs”, sino que debe pasar por redefinir la “cívitas” que allí existe, no podemos construir una historia contemporánea de ciudad” (Pág. 45).

Bogotá no se puede dar el lujo de darle la espalda a estos fenómenos tan complejos de la vida urbana. Bogotá está aparentemente bien en sus indicadores económicos, pero hace falta sensibilizarse para entender que la ciudad somos todos, que el espacio público es de todos, y que la responsabilidad sobre fenómenos como los que ocurrieron en nuestra olla social llamada “calle del cartucho” fueron el resultado
de la exclusión, el desarraigo y de una serie de políticas públicas elitistas, que vieron en la marginalidad un problema asistencial, y no un resultado del profundo desajuste social de nuestra ciudad. Para que la degradación del ser humano, no se vuelva a repetir en otros sectores de la ciudad, y se convierta en un asunto de rotular a los llamados equivocadamente “Desechables”, queda este magnifico libro como testimonio claro y bien documentado de cómo fue arrasado un sector de la capital y de cómo sus habitantes también tenían derecho a la ciudad y a encontrar una forma de vida mas digna en medio de la “Atenas Suramericana”, que para ellos fue “la tenaz supervivencia en Bogotá”.
Para terminar el poema “Prometeo” de Carlos Carrillo, antiguo habitante de la Santa Inés - El cartucho- y que hace parte de los múltiples textos alternativos, escalofriantes, y ampliamente documentados con los que está compuesto este libro:

“En este lugar, un hombre
Con cara de buitre devoraba todos
Los días el dinero de mis bolsillos
Que tenía que llenarlos sin parar.
El hombre que me miraba
Como algo insignificante que
Podía devorar cuando quisiera,
Carramanio y con un suspiro
Agonizante, sobre todo cuando
Consumía, también descargaba
Sus porquerías sobre mí.
Yo me alimentaba de esta
Porquería y lo devolvía en mi
Propia degradación sobre el suelo
De este lugar “(PAG.62)

MARIO NEREA GÓMEZ
ARQUITECTO


1.-Calvino Italo. Las ciudades invisibles. México .ediciones Minotauro, 1.993.
2.-Saldarriaga, Alberto, “Imagen y memoria en la construcción de la ciudad: hábitat de diversidad y complejidad, Universidad Nacional de Colombia, Unibiblos. Bogotá, Abril de 2.000, p.166.

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