Conversaciones De Arquitectura Colombiana, Rafael Gutiérrez-Fabio Restrepo, Volumen 1, Facultad de Arquitectura, Universidad de los Andes, 100 Pág. 2004
HABLAN VETERANOS ARQUITECTOS COLOMBIANOS.
“A mi me gustaban mas las clases que las conferencias. En las clases uno puede mantener un diálogo pleno"
Jorge Luís Borges
En un ejercicio pedagógico de caracteres transdiciplinarios este libro asombra por su contenido ilustrativo sobre figuras muy representativas del acontecer de la arquitectura en Colombia. Poner a dialogar a los protagonistas de las historia de la arquitectura de la última mitad del siglo XX, sobre las minucias de su oficio, sobre su arduos años de aprendizaje, sobre la vocacionalidad y lo que encarna ser arquitecto, resulta por decir lo menos, un ejercicio enriquecedor para esclarecer el pensamiento arquitectónico de estos ilustres pioneros de la arquitectura en Colombia, y en el significativo aporte que hacen en su discurso como maestros, y en su oficio respaldado por obras de importancia significativa en la historiografía de la arquitectura en Colombiana.
Cuenta una anécdota que en la antigua Grecia Sócrates le dijo a Platón que la Acrópolis de Atenas no necesita explicarse, porque ella por sí sola canta cuando se la contempla en la distancia. Y es que la arquitectura Colombiana ha permanecido muda, en el sentido literal de la palabra y sus pioneros han pasado un poco al margen de la historia y las transformaciones urbanas del país. Desde ese punto de vista hay un vacío que documentar, con testimonios directos de vida, sobre cómo se ejerce ese oficio del arquitecto, que no tienen nada de misterioso y que por el contrario, está inscrito en una práctica profesional que finalmente es la que da testimonio de la arquitectura colombiana en el entorno internacional.
Como parte del curso de arquitectura colombiana que se dicta en la Universidad De los Andes, se lanzó la idea de poner a hablar en unas entrevistas informales a 5 arquitectos destacados, formados en su gran mayoría en la Universidad Nacional y en el exterior, que han tenido mucho que ver la consolidación de la facultades de Arquitectura de la misma universidad Nacional y de la De Los Andes. Los protagonistas de este laboratorio pedagógico son los ilustres arquitectos Roberto Rodríguez Silva -el hombre del jazz de la HJCK y del impecable edificio Sabana Av. 19--; Hernán Vieco - el veterano arquitecto de Hacienda Santa Bárbara-; Arturo Robledo -el maestro de la Nacional y diseñador del Parque Simón Bolívar-; Fernando Jiménez – el urbanista de Ciudad Salitre- y Francisco Pizano -cofundador de La Universidad de los De Los Andes y exdecano de su facultad de arquitectura-. La propuesta metodológica es interesante: cada uno de los arquitectos hace un recuento de su trayectoria profesional, no dentro la frialdad de un “ridiculum vitae”, si no pormenorizando aspectos de sus móviles en el oficio de la profesión y en una serie de anécdotas que la mayoría de las veces dicen mas que la simple enumeración de los proyectos ejecutados o proyectados. Posteriormente los estudiantes les disparan preguntas – algunas a quemarropa-, que resultan inquietantes, incluso para los mismos interlocutores, donde se dan respuestas poco formales y que tienen el encanto de la espontaneidad y la calidez del entorno claustral. Es así como alguno de los entrevistados llega a afirmar que la arquitectura no se aprende en el sentido literal de la palabra, y que es un don de nacimiento, misterioso como el de la misma poesía. Llama la atención un hilo conductor en las entrevistas a los personajes. Todos tienen una formación humanista, renacentista, diría yo, y logran abordar un sinnúmero de saberes a más de la arquitectura y el urbanismo, donde se siente una formación humanista – que se ha perdido en aras de la especialización tecnocratita- y que es la base y el sustrato donde se apoya la sabiduría del oficio.
En un país donde abundan facultades de arquitectura, donde según el crítico de arquitectura Germán Téllez, sobras dos terceras partes de los arquitectos que egresan a las filas del desempleo, hecho que hace a la arquitectura colombiana según sus palabras una “profesión desubicada”, es muy importante la lección que deja el testimonio de estos arquitectos, que son responsables de edificios de la buena Arquitectura Moderna, bien diseñada, construida, sin pretensiones formalistas y fuertemente integrada a los usos y los lenguaje arquitectónicos de un auténtico entorno nacional. La valoración de la obra de estos protagonistas de la historia arquitectónica del país es algo que está por hacerse, ya que sus obras adquieren en el tiempo un significado superior al propósito para el que fueron construidas. Es decir, trascienden la fronteras de los usos institucionales, conformando ciudad y se inscriben en un arquitectura perdurable, maciza, anclada en procesos identitarios y que cada vez resultan mejores, en medio de tantos proyectos vacíos de espíritu, anclados a la moda de turno - postmodernismo, deconstructivismo y otros ismos- y que en aras de una globalización de los lenguajes arquitectónicos, se quedan como modas formales, insostenibles en el tiempo, de los usos múltiples del entorno arquitectónico Colombiano.
Es un libro que se debe leer lentamente, para asimilar el “sumun” de contendido pedagógico que tiene en sus bien diagramadas páginas; debería ser lectura obligatoria en las facultades de arquitectura , ya que allí están contendidos unos secretos emocionales del oficio de arquitecto, un enfrentar con rigor los temas del aprendizaje y un saber que la arquitectura se vivencia todos los días, haciendo arquitectura, mirando las ciudades, comprometiéndose con el espacio urbano, formando convivencia, para finalmente entender que la arquitectura es un contendor de muchos saberes ; pero que el arquitecto, ya sea proyectista o constructor, - que no siempre tienen que estar divorciados- es ante todo un humanista integral, como bien los demuestran las cinco entrevistas que de manera magistral, dejan profunda huella en este hermoso texto, para la memoria y el entendimiento del ejercicio profesional de la Arquitectura –con mayúsculas- en Colombia.
MARIO NEREA GOMEZ
ARQUITECTO UNIANDES
MATRIX@UNIANDINO.COM.CO
2007-07-14
ARQUIANDES ARQUITECTO COLOMBIANO DE LA UNIVERSIDAD DE LOS ANDES .ESPECIALISTA EN ARQUITECTURA AMBIENTAL, GESTION DE CALIDAD Y TECNOLOGIAS LIMPIAS EN CONSTRUCCION. AMPLIA EXPERIENCIA COMO DIRECTOR DE OBRA . HE TRABAJADO EN COLOMBIA CON EMPRESAS LIDERES COMO CONINSA RAMON H ,CUSEZAR, PEDRO GOMEZ EN CARGOS DE DIRECCION.
martes, 17 de marzo de 2009
REVISTA ESCALA : QUE VIVA LA ARQUITECTURA COLOMBIANA
Revista Escala No. 200 Conmemorativa de los 40 años de circulación.
CUARENTA AÑOS AL SERVICIO DE LA ARQUITECTURA COLOMBIANA
“La revista ESCALA es una clara excepción a todas las reglas lógicas de una publicación periódica, no sabemos muy bien porqué pero la revista ha roto paradigmas de permanencia, circulación contenido, reediciones, periodicidad, cariño y odio de parte de sus lectores y obviamente, varias veces ha sido corcho en los remolinos económicos que deparan los procesos históricos en la economía de nuestros países.”
GERMAN TELLEZ
¿Qué sería de la arquitectura colombiana sin la revista ESCALA? Esta es una muy buena pregunta para comenzar esta reseña, que no pretende ser sino un homenaje caluroso al grupo humano –encabezado por la familia de arquitectos Serna- que ha sostenido con increíble constancia, consistencia y persistencia esta importante publicación. La respuesta a la pregunta anterior es la siguiente: Sin la revista ESCALA se habría perdido la memoria grafica y arquitectónica de innumerables proyectos que hacen de la arquitectura colombiana una de las mas sólidas de América. O, para formular la respuesta de manera positiva: La revista Escala ha documentado los proyectos más importantes durante cuarenta años de la arquitectura colombiana y se convierte en el archivo -disco duro- de nuestra memoria arquitectónica. ¿Alguna vez ha pensado usted en conseguir los planos de su casa o apartamento? Tarea muy ingrata que no se la recomiendo a nadie. Simplemente no existen, o están tan archivados, que es más fácil llegar una bóveda del banco de la Republica que a dicha información. Ahora, en la trivial época del postmodernismo – que en América no pasó por el modernismo- las cosas son más fáciles. Los planos arquitectónicos se elaboran Autocad – u otros sofisticados lenguajes de computador como los que utiliza el arquitecto Frank Guery - y se pueden almacenar en un diskette de alta densidad.
Los arquitectos clásicos – si es que tal especie existe-, que trabajaron con regla T y paralela, escala y hoja de cálculo, saben muy bien que la documentación de un proyecto arquitectónico como el Palacio de Nariño, por ejemplo, no baja de 200 planos, sin incluir detalles arquitectónicos. Pero planos de verdad; hechos con díngrafo, con dibujantes que le dedicaban hasta 1 semana por plano y donde cualquier error era fatal. ¿Como hacer para almacenar los planos de la memoria de la arquitectura colombiana? Para tal efecto habría que proponer al ministerio de cultura la creación del museo de la arquitectura – idea no del todo descabellada- con planotecas enormes y contenedores de maquetas que a escala humana hicieran la delicia de las nuevas generaciones, para que pudieran apreciar los que es un plano arquitectónico, un corte fachada, o una perspectiva a color animada, o un plan urbanístico, como el de le Corbusier y Sert para Bogotá. Esta tarea a la que habría que decirle una vida – y no alcanzaría en su propósito- ya de algún modo ha sido acometida por la revista Escala, pero a otra escala. Con sistemas de impresión sofisticados y haciendo gala de una gran olfato crítico, allí, en la revista, el lector desprevenido y especializado, podrá encontrar por amplios índices temáticos lo mas importante que ha hecho la arquitectura colombiana en los últimos cuarenta años. ¡Que veinte años no es nada! , “que febril la mirada”, dice el tango de Gardel. En el caso nuestro colombiano, 40 años de permanencia de una revista de arquitectura, es el infinito matemático de Hawking.
Cuarenta años documentado nuestra arquitectura con amor, con mística, con espíritu de sacrificio, con rigor y profesionalismo. Y es que la revista Escala, no nos equivoquemos, es la mas antigua de Latinoamérica y algunos afirman que la mejor. No se trata de subestimar a otras revistas de nuestro medio, como por ejemplo la excelente revista colombiana de arquitectura Proa, de esos héroes del patrimonio llamados Lorenzo Fonseca y Alberto Saldarriaga. Al contrario; Proa y Escala se complementan de manera sistemática, creando un circulo de vasos comunicantes: Lo que en la úna falta en la otra se suple y viscerversa.
Pero volvamos al tema. ¿Qué habría pasado con todos esos documentos –léase planos y memorias arquitectónicas- si no hubiera sido capturas en su debido momento por la revista Escala? Estarían irremediablemente perdidos, o sería muy difícil recuperarlos. Usted querido lector, ¡sabe lo que es hacer un levantamiento arquitectónico! Es volver a medir todo el proyecto y dibujarlo nuevamente a escala. No es tan fácil como algunos puedan creer. Los programas no trabajan solos. Ellos necesitan información de entrada: Es una de las labores más arduas del oficio, que bien conocen los arquitectos restauradores.
Podría decirse - sin exagerar y exagerando- que toda la arquitectura Colombiana está en la revista Escala, y la que falta está en la revista Proa. Y la arquitectura que está por hacerse, se fundamentará en esa corriente vertiginosa de calificados arquitectos colombianos, que dejan lecciones magistrales de arquitectura en cada una de sus cuarenta ediciones. ¿Como se aprende arquitectura? Vaya tarea difícil. Pero yo no seria arquitecto sino hubiera sido porque me formé en la revista Escala: La fotocopie, la pedí prestada, la acaricie, trate de robármela – cuando era estudiante, pero la culpa cristiana no permitió este tipo licencias- y finalmente, fue un instrumento muy eficaz a la hora de darse cuenta, que la arquitectura no se hace con carreta ni con ideas, se hace con planos y consistencia grafica y teórica. Si el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones, la mala arquitectura – léanse esos hechos constructivos que afrentan nuestras ciudades- está hecha de malas copias de la revistas internacionales de arquitectura. Sin que claro, tengan la culpa, ya que son los malos copistas, mal llamados arquitectos, –porque los hay buenos- los que ponen estándares de moda de esta arquitectura impersonal internacional.
Las revistas de arquitectura son instrumentos muy peligrosos, si se leen sin digerirlas, y se puede terminar el paredón de fusilamiento con licencia para copiar proyectos de todas índoles y modas pasajeras. Por ejemplo, cuando los arquitectos están es disfunción creativa, acuden a estas revistas como a un especie de viagra de la mente para inspirarse. Las consecuencias pueden ser nefastas para las ciudades. Muchos proyectos en Bogotá – por ejemplo, el centro Atlantis de 72 con 11- son malas copias de revista al estilo Miami Sound Machine. Pero claro, no importa, al fin de cuentas allí se pasa rico y finalmente adquirimos alguna identidad; la que otorga el pastiche Miami y el escandaloso vicio aberrante de la sociedad de consumo cuyo reflejo es la arquitectura.
Cuando camine por la ultima feria del libro de Bogotá - que en el 2008 será capital del libro mundial- me tope con el pabellón de la revista Escala, y allí se encontraba el número 40 – cuarenta- que es materia de esta elucubración arquitectónica. No encontré a David Serna, ni a su padre, solo algunas queridas vendedoras que distrajeron mi atención de la revista con sus encantos naturales. Luego me fui pensando por esos laberintos borgianos en que convierten los callejones de las ferias, donde uno camina en la memoria del aleph. ¡Carajo llevo veinte años como arquitecto y esta revista cumple cuarenta años, o sea prácticamente la mitad de mi vida profesional! De manera que me dije, no hay nada que hacer, hay que celebrar, me metí a alguno de esos maravillosos cócteles que solo se dan en la feria internacional de Bogotá y brindé a solas con mi revista Escala bajo el brazo. ¡Que cuarenta años no es nada! Toda una vida de agradecimiento para estos próceres de arquitectura colombiana de la Revista Escala, que no bastaría para corresponder al enorme servicio prestado al patrimonio arquitectónico nacional. Además, dicen las mujeres, que a esa edad - cuarenta años- los hombres se ponen interesantes. Y ya lo creo, mucho mas, las revistas de arquitectura… felicitaciones y en horabuena. Larga vida a la revista colombiana de arquitectura ESCALA.
MARIO NEREA GOMEZ
ARQUITECTO
MATRIX@UNIANDINO.COM.CO
AGOSTO 2 DEL 2005-08-02
CUARENTA AÑOS AL SERVICIO DE LA ARQUITECTURA COLOMBIANA
“La revista ESCALA es una clara excepción a todas las reglas lógicas de una publicación periódica, no sabemos muy bien porqué pero la revista ha roto paradigmas de permanencia, circulación contenido, reediciones, periodicidad, cariño y odio de parte de sus lectores y obviamente, varias veces ha sido corcho en los remolinos económicos que deparan los procesos históricos en la economía de nuestros países.”
GERMAN TELLEZ
¿Qué sería de la arquitectura colombiana sin la revista ESCALA? Esta es una muy buena pregunta para comenzar esta reseña, que no pretende ser sino un homenaje caluroso al grupo humano –encabezado por la familia de arquitectos Serna- que ha sostenido con increíble constancia, consistencia y persistencia esta importante publicación. La respuesta a la pregunta anterior es la siguiente: Sin la revista ESCALA se habría perdido la memoria grafica y arquitectónica de innumerables proyectos que hacen de la arquitectura colombiana una de las mas sólidas de América. O, para formular la respuesta de manera positiva: La revista Escala ha documentado los proyectos más importantes durante cuarenta años de la arquitectura colombiana y se convierte en el archivo -disco duro- de nuestra memoria arquitectónica. ¿Alguna vez ha pensado usted en conseguir los planos de su casa o apartamento? Tarea muy ingrata que no se la recomiendo a nadie. Simplemente no existen, o están tan archivados, que es más fácil llegar una bóveda del banco de la Republica que a dicha información. Ahora, en la trivial época del postmodernismo – que en América no pasó por el modernismo- las cosas son más fáciles. Los planos arquitectónicos se elaboran Autocad – u otros sofisticados lenguajes de computador como los que utiliza el arquitecto Frank Guery - y se pueden almacenar en un diskette de alta densidad.
Los arquitectos clásicos – si es que tal especie existe-, que trabajaron con regla T y paralela, escala y hoja de cálculo, saben muy bien que la documentación de un proyecto arquitectónico como el Palacio de Nariño, por ejemplo, no baja de 200 planos, sin incluir detalles arquitectónicos. Pero planos de verdad; hechos con díngrafo, con dibujantes que le dedicaban hasta 1 semana por plano y donde cualquier error era fatal. ¿Como hacer para almacenar los planos de la memoria de la arquitectura colombiana? Para tal efecto habría que proponer al ministerio de cultura la creación del museo de la arquitectura – idea no del todo descabellada- con planotecas enormes y contenedores de maquetas que a escala humana hicieran la delicia de las nuevas generaciones, para que pudieran apreciar los que es un plano arquitectónico, un corte fachada, o una perspectiva a color animada, o un plan urbanístico, como el de le Corbusier y Sert para Bogotá. Esta tarea a la que habría que decirle una vida – y no alcanzaría en su propósito- ya de algún modo ha sido acometida por la revista Escala, pero a otra escala. Con sistemas de impresión sofisticados y haciendo gala de una gran olfato crítico, allí, en la revista, el lector desprevenido y especializado, podrá encontrar por amplios índices temáticos lo mas importante que ha hecho la arquitectura colombiana en los últimos cuarenta años. ¡Que veinte años no es nada! , “que febril la mirada”, dice el tango de Gardel. En el caso nuestro colombiano, 40 años de permanencia de una revista de arquitectura, es el infinito matemático de Hawking.
Cuarenta años documentado nuestra arquitectura con amor, con mística, con espíritu de sacrificio, con rigor y profesionalismo. Y es que la revista Escala, no nos equivoquemos, es la mas antigua de Latinoamérica y algunos afirman que la mejor. No se trata de subestimar a otras revistas de nuestro medio, como por ejemplo la excelente revista colombiana de arquitectura Proa, de esos héroes del patrimonio llamados Lorenzo Fonseca y Alberto Saldarriaga. Al contrario; Proa y Escala se complementan de manera sistemática, creando un circulo de vasos comunicantes: Lo que en la úna falta en la otra se suple y viscerversa.
Pero volvamos al tema. ¿Qué habría pasado con todos esos documentos –léase planos y memorias arquitectónicas- si no hubiera sido capturas en su debido momento por la revista Escala? Estarían irremediablemente perdidos, o sería muy difícil recuperarlos. Usted querido lector, ¡sabe lo que es hacer un levantamiento arquitectónico! Es volver a medir todo el proyecto y dibujarlo nuevamente a escala. No es tan fácil como algunos puedan creer. Los programas no trabajan solos. Ellos necesitan información de entrada: Es una de las labores más arduas del oficio, que bien conocen los arquitectos restauradores.
Podría decirse - sin exagerar y exagerando- que toda la arquitectura Colombiana está en la revista Escala, y la que falta está en la revista Proa. Y la arquitectura que está por hacerse, se fundamentará en esa corriente vertiginosa de calificados arquitectos colombianos, que dejan lecciones magistrales de arquitectura en cada una de sus cuarenta ediciones. ¿Como se aprende arquitectura? Vaya tarea difícil. Pero yo no seria arquitecto sino hubiera sido porque me formé en la revista Escala: La fotocopie, la pedí prestada, la acaricie, trate de robármela – cuando era estudiante, pero la culpa cristiana no permitió este tipo licencias- y finalmente, fue un instrumento muy eficaz a la hora de darse cuenta, que la arquitectura no se hace con carreta ni con ideas, se hace con planos y consistencia grafica y teórica. Si el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones, la mala arquitectura – léanse esos hechos constructivos que afrentan nuestras ciudades- está hecha de malas copias de la revistas internacionales de arquitectura. Sin que claro, tengan la culpa, ya que son los malos copistas, mal llamados arquitectos, –porque los hay buenos- los que ponen estándares de moda de esta arquitectura impersonal internacional.
Las revistas de arquitectura son instrumentos muy peligrosos, si se leen sin digerirlas, y se puede terminar el paredón de fusilamiento con licencia para copiar proyectos de todas índoles y modas pasajeras. Por ejemplo, cuando los arquitectos están es disfunción creativa, acuden a estas revistas como a un especie de viagra de la mente para inspirarse. Las consecuencias pueden ser nefastas para las ciudades. Muchos proyectos en Bogotá – por ejemplo, el centro Atlantis de 72 con 11- son malas copias de revista al estilo Miami Sound Machine. Pero claro, no importa, al fin de cuentas allí se pasa rico y finalmente adquirimos alguna identidad; la que otorga el pastiche Miami y el escandaloso vicio aberrante de la sociedad de consumo cuyo reflejo es la arquitectura.
Cuando camine por la ultima feria del libro de Bogotá - que en el 2008 será capital del libro mundial- me tope con el pabellón de la revista Escala, y allí se encontraba el número 40 – cuarenta- que es materia de esta elucubración arquitectónica. No encontré a David Serna, ni a su padre, solo algunas queridas vendedoras que distrajeron mi atención de la revista con sus encantos naturales. Luego me fui pensando por esos laberintos borgianos en que convierten los callejones de las ferias, donde uno camina en la memoria del aleph. ¡Carajo llevo veinte años como arquitecto y esta revista cumple cuarenta años, o sea prácticamente la mitad de mi vida profesional! De manera que me dije, no hay nada que hacer, hay que celebrar, me metí a alguno de esos maravillosos cócteles que solo se dan en la feria internacional de Bogotá y brindé a solas con mi revista Escala bajo el brazo. ¡Que cuarenta años no es nada! Toda una vida de agradecimiento para estos próceres de arquitectura colombiana de la Revista Escala, que no bastaría para corresponder al enorme servicio prestado al patrimonio arquitectónico nacional. Además, dicen las mujeres, que a esa edad - cuarenta años- los hombres se ponen interesantes. Y ya lo creo, mucho mas, las revistas de arquitectura… felicitaciones y en horabuena. Larga vida a la revista colombiana de arquitectura ESCALA.
MARIO NEREA GOMEZ
ARQUITECTO
MATRIX@UNIANDINO.COM.CO
AGOSTO 2 DEL 2005-08-02
DE LA CALLE DELC ARTUCHO A LA ATENAS SUDAMERICANA.UN EJEMPLO
PROYECTO CÚNDUA,
ALCALDIA MAYOR DE BOGOTA, 100 PAG. 2005.
Memorias urbanas de “La calle del Cartucho”
“ A veces ciudades diversas se suceden sobre el mismo nombre, nacen y mueren sin haberse conocido, incomunícales entre sí”
Italo Calvino (1)
Libro que trata sobre el imaginario social y urbano en la antigua calle del cartucho de Bogotá, a manera de un laboratorio urbano con propuestas artísticas para este sector de la ciudad. Pero ¿qué es Cúndua?, ese extraño nombre que le da titulo al libro. El termino tiene antecedentes en al mitología Arhuaca empleado por los indígenas de la Sierra nevada de Santa Marta y se refiere “al lugar a donde todos iremos después de la muerte”. EL proyecto se plantea como un pacto por la vida.
Patrocinado por La Alcaldía mayor de Bogotá, en el segundo periodo de la Alcaldía de Antanas Mockus, luego de las grandes reformas urbanas del alcalde urbanista Peñalosa, quedó un gran interrogante para recuperación social y humana de este sector deprimido de la ciudad. La gestora del proyecto es Alicia Eugenia Silva, la secretaria de Gobierno de Antanas, que con una fina sensibilidad social, cruzada con la política alternativa del alcalde Mockus , producen un laboratorio social único en su genero encarnado en las ilustrativas páginas de este libro documento.
En un futuro cuando los urbanistas e investigadores sociales quieran saber qué pasó en la calle del cartucho, tendrán que necesariamente referirse a este libro mapa de la memoria de lo que fue un complejo conglomerado social, que a su vez fue un símbolo del abandono, la postración y el malestar profundo de la marginalidad como expresión de las profundas desigualdades sociales que encarna un metrópoli como Bogotá.
Para precisar contextos hay que decir a manera de ilustración que la Calle del cartucho se encuentra en el barrio Santa Inés de Bogotá, uno de los sectores que hace 50 años tenían una dinámica propia y de comercio especializado, dada su cercanía con las terminales de transporte, que quedaban en la zona, generando un eje con la estación Terminal de ferrocarril. Un sector que vinculado a la Plaza España – hoy felizmente recuperada- y a la iglesia de los Mártires tenía un repertorio de arquitectura republicana, dado que allí asentaron comerciantes de la burguesía emergente con tipologías arquitectónicas decorosas. Se da en este sector una tensión política entre la recuperación de un sector de la ciudad para beneficio de todos los ciudadanos, como el parque “Tercer Milenio” –poco visitado por cierto-, y lo que fue un sector patrimonial, deteriorado por el abuso en el comercio marginal de estupefacientes y donde se narran las historias mas increíbles que se puedan escuchar de boca de su habitantes.
El proyecto en términos generales quiere involucran a estos habitantes – antes de ser desalojados por el buldózer y la aplanadora del progreso- para que cuenten sus historias, afirmen sus identidades y narren desde una perspectiva artística las memorias que los acompañan antes del desalojo final :“Quisimos que todos entendiéramos que es posible darle nuevos sentidos a la mirada. Muchos se sintieron por primera vez protagonistas de su propia historia. Algunos olvidados por la sociedad, reafirmaron su condición de ser humanos y nos invitaron a reconocernos como iguales, a reconocer al otro”. Se trató, en síntesis, de valorar la vida de cada una de estas personas para reconocerse como sociedad y compartir una experiencia identitaria y de autoafirmación social. El proyecto explora desde la memoria y el arte, maneras novedosas de proteger la vida y fomentar la convivencia.
Y es que hay que ser puntuales y claros, recordemos que debido al grave estado de abandono y deterioro social y urbanístico del área, que presentó las mas altas de homicidio e inseguridad en Bogotá, durante la última década, la renovación implicó la demolición de las veinte hectáreas – un amputación colosal- del Barrio Santa Inés. O, como dijo Alberto Saldarriaga:”una ciudad bien construida no es sólo aquella en que los espacios y sus edificios son duraderos y bellos; es aquella, cuyos espacios y edificios tienen sentido en la vida de sus ciudadanos” (2). No se puede pretender hacer una limpieza social urbana, sin redimir a sus pobladores, porque en las ciudades, las poblaciones flotantes tarde o temprano encuentran formas de apropiarse del espacio. La ciudad es una síntesis de las luchas por la conquistas de un espacio, de identificar un territorio y de apropiarse de todos sus significados de supervivencia. No podemos pretender tener una Bogotá como una taza de plata para la vista de los foráneos , desplazando población marginal –emigrantes, desplazados, desempleados- que tarde o temprano irán a parar a la delincuencia, o a sectores infiltrados de las guerrillas urbanas o los paramilitares. Todos estos procesos son caldo de cultivo para desestabilización y hay que recuperar el tejido social, desgarrado por décadas de olvido e indiferencia hacia la marginalidad. En ese sentido, la afirmación del profesor Zambrano, uno de los directores el proyecto Cúndua “Una pacto por la vida”, me parece muy puntual cuando afirma de manera radical que todos contribuimos a la construcción del cartucho :”Si aceptamos que uno de los ejercicios del poder es el manejo de la memoria, la no comprensión de lo que sucedió en esta porción de nuestro espacio urbano, no entender que el Cartucho somos todos, que durante medio siglo toda la ciudad contribuyó a la destrucción de Santa Inés, y que la solución no sólo pasa por ordenar esta porción de “urbs”, sino que debe pasar por redefinir la “cívitas” que allí existe, no podemos construir una historia contemporánea de ciudad” (Pág. 45).
Bogotá no se puede dar el lujo de darle la espalda a estos fenómenos tan complejos de la vida urbana. Bogotá está aparentemente bien en sus indicadores económicos, pero hace falta sensibilizarse para entender que la ciudad somos todos, que el espacio público es de todos, y que la responsabilidad sobre fenómenos como los que ocurrieron en nuestra olla social llamada “calle del cartucho” fueron el resultado
de la exclusión, el desarraigo y de una serie de políticas públicas elitistas, que vieron en la marginalidad un problema asistencial, y no un resultado del profundo desajuste social de nuestra ciudad. Para que la degradación del ser humano, no se vuelva a repetir en otros sectores de la ciudad, y se convierta en un asunto de rotular a los llamados equivocadamente “Desechables”, queda este magnifico libro como testimonio claro y bien documentado de cómo fue arrasado un sector de la capital y de cómo sus habitantes también tenían derecho a la ciudad y a encontrar una forma de vida mas digna en medio de la “Atenas Suramericana”, que para ellos fue “la tenaz supervivencia en Bogotá”.
Para terminar el poema “Prometeo” de Carlos Carrillo, antiguo habitante de la Santa Inés - El cartucho- y que hace parte de los múltiples textos alternativos, escalofriantes, y ampliamente documentados con los que está compuesto este libro:
“En este lugar, un hombre
Con cara de buitre devoraba todos
Los días el dinero de mis bolsillos
Que tenía que llenarlos sin parar.
El hombre que me miraba
Como algo insignificante que
Podía devorar cuando quisiera,
Carramanio y con un suspiro
Agonizante, sobre todo cuando
Consumía, también descargaba
Sus porquerías sobre mí.
Yo me alimentaba de esta
Porquería y lo devolvía en mi
Propia degradación sobre el suelo
De este lugar “(PAG.62)
MARIO NEREA GÓMEZ
ARQUITECTO
1.-Calvino Italo. Las ciudades invisibles. México .ediciones Minotauro, 1.993.
2.-Saldarriaga, Alberto, “Imagen y memoria en la construcción de la ciudad: hábitat de diversidad y complejidad, Universidad Nacional de Colombia, Unibiblos. Bogotá, Abril de 2.000, p.166.
ALCALDIA MAYOR DE BOGOTA, 100 PAG. 2005.
Memorias urbanas de “La calle del Cartucho”
“ A veces ciudades diversas se suceden sobre el mismo nombre, nacen y mueren sin haberse conocido, incomunícales entre sí”
Italo Calvino (1)
Libro que trata sobre el imaginario social y urbano en la antigua calle del cartucho de Bogotá, a manera de un laboratorio urbano con propuestas artísticas para este sector de la ciudad. Pero ¿qué es Cúndua?, ese extraño nombre que le da titulo al libro. El termino tiene antecedentes en al mitología Arhuaca empleado por los indígenas de la Sierra nevada de Santa Marta y se refiere “al lugar a donde todos iremos después de la muerte”. EL proyecto se plantea como un pacto por la vida.
Patrocinado por La Alcaldía mayor de Bogotá, en el segundo periodo de la Alcaldía de Antanas Mockus, luego de las grandes reformas urbanas del alcalde urbanista Peñalosa, quedó un gran interrogante para recuperación social y humana de este sector deprimido de la ciudad. La gestora del proyecto es Alicia Eugenia Silva, la secretaria de Gobierno de Antanas, que con una fina sensibilidad social, cruzada con la política alternativa del alcalde Mockus , producen un laboratorio social único en su genero encarnado en las ilustrativas páginas de este libro documento.
En un futuro cuando los urbanistas e investigadores sociales quieran saber qué pasó en la calle del cartucho, tendrán que necesariamente referirse a este libro mapa de la memoria de lo que fue un complejo conglomerado social, que a su vez fue un símbolo del abandono, la postración y el malestar profundo de la marginalidad como expresión de las profundas desigualdades sociales que encarna un metrópoli como Bogotá.
Para precisar contextos hay que decir a manera de ilustración que la Calle del cartucho se encuentra en el barrio Santa Inés de Bogotá, uno de los sectores que hace 50 años tenían una dinámica propia y de comercio especializado, dada su cercanía con las terminales de transporte, que quedaban en la zona, generando un eje con la estación Terminal de ferrocarril. Un sector que vinculado a la Plaza España – hoy felizmente recuperada- y a la iglesia de los Mártires tenía un repertorio de arquitectura republicana, dado que allí asentaron comerciantes de la burguesía emergente con tipologías arquitectónicas decorosas. Se da en este sector una tensión política entre la recuperación de un sector de la ciudad para beneficio de todos los ciudadanos, como el parque “Tercer Milenio” –poco visitado por cierto-, y lo que fue un sector patrimonial, deteriorado por el abuso en el comercio marginal de estupefacientes y donde se narran las historias mas increíbles que se puedan escuchar de boca de su habitantes.
El proyecto en términos generales quiere involucran a estos habitantes – antes de ser desalojados por el buldózer y la aplanadora del progreso- para que cuenten sus historias, afirmen sus identidades y narren desde una perspectiva artística las memorias que los acompañan antes del desalojo final :“Quisimos que todos entendiéramos que es posible darle nuevos sentidos a la mirada. Muchos se sintieron por primera vez protagonistas de su propia historia. Algunos olvidados por la sociedad, reafirmaron su condición de ser humanos y nos invitaron a reconocernos como iguales, a reconocer al otro”. Se trató, en síntesis, de valorar la vida de cada una de estas personas para reconocerse como sociedad y compartir una experiencia identitaria y de autoafirmación social. El proyecto explora desde la memoria y el arte, maneras novedosas de proteger la vida y fomentar la convivencia.
Y es que hay que ser puntuales y claros, recordemos que debido al grave estado de abandono y deterioro social y urbanístico del área, que presentó las mas altas de homicidio e inseguridad en Bogotá, durante la última década, la renovación implicó la demolición de las veinte hectáreas – un amputación colosal- del Barrio Santa Inés. O, como dijo Alberto Saldarriaga:”una ciudad bien construida no es sólo aquella en que los espacios y sus edificios son duraderos y bellos; es aquella, cuyos espacios y edificios tienen sentido en la vida de sus ciudadanos” (2). No se puede pretender hacer una limpieza social urbana, sin redimir a sus pobladores, porque en las ciudades, las poblaciones flotantes tarde o temprano encuentran formas de apropiarse del espacio. La ciudad es una síntesis de las luchas por la conquistas de un espacio, de identificar un territorio y de apropiarse de todos sus significados de supervivencia. No podemos pretender tener una Bogotá como una taza de plata para la vista de los foráneos , desplazando población marginal –emigrantes, desplazados, desempleados- que tarde o temprano irán a parar a la delincuencia, o a sectores infiltrados de las guerrillas urbanas o los paramilitares. Todos estos procesos son caldo de cultivo para desestabilización y hay que recuperar el tejido social, desgarrado por décadas de olvido e indiferencia hacia la marginalidad. En ese sentido, la afirmación del profesor Zambrano, uno de los directores el proyecto Cúndua “Una pacto por la vida”, me parece muy puntual cuando afirma de manera radical que todos contribuimos a la construcción del cartucho :”Si aceptamos que uno de los ejercicios del poder es el manejo de la memoria, la no comprensión de lo que sucedió en esta porción de nuestro espacio urbano, no entender que el Cartucho somos todos, que durante medio siglo toda la ciudad contribuyó a la destrucción de Santa Inés, y que la solución no sólo pasa por ordenar esta porción de “urbs”, sino que debe pasar por redefinir la “cívitas” que allí existe, no podemos construir una historia contemporánea de ciudad” (Pág. 45).
Bogotá no se puede dar el lujo de darle la espalda a estos fenómenos tan complejos de la vida urbana. Bogotá está aparentemente bien en sus indicadores económicos, pero hace falta sensibilizarse para entender que la ciudad somos todos, que el espacio público es de todos, y que la responsabilidad sobre fenómenos como los que ocurrieron en nuestra olla social llamada “calle del cartucho” fueron el resultado
de la exclusión, el desarraigo y de una serie de políticas públicas elitistas, que vieron en la marginalidad un problema asistencial, y no un resultado del profundo desajuste social de nuestra ciudad. Para que la degradación del ser humano, no se vuelva a repetir en otros sectores de la ciudad, y se convierta en un asunto de rotular a los llamados equivocadamente “Desechables”, queda este magnifico libro como testimonio claro y bien documentado de cómo fue arrasado un sector de la capital y de cómo sus habitantes también tenían derecho a la ciudad y a encontrar una forma de vida mas digna en medio de la “Atenas Suramericana”, que para ellos fue “la tenaz supervivencia en Bogotá”.
Para terminar el poema “Prometeo” de Carlos Carrillo, antiguo habitante de la Santa Inés - El cartucho- y que hace parte de los múltiples textos alternativos, escalofriantes, y ampliamente documentados con los que está compuesto este libro:
“En este lugar, un hombre
Con cara de buitre devoraba todos
Los días el dinero de mis bolsillos
Que tenía que llenarlos sin parar.
El hombre que me miraba
Como algo insignificante que
Podía devorar cuando quisiera,
Carramanio y con un suspiro
Agonizante, sobre todo cuando
Consumía, también descargaba
Sus porquerías sobre mí.
Yo me alimentaba de esta
Porquería y lo devolvía en mi
Propia degradación sobre el suelo
De este lugar “(PAG.62)
MARIO NEREA GÓMEZ
ARQUITECTO
1.-Calvino Italo. Las ciudades invisibles. México .ediciones Minotauro, 1.993.
2.-Saldarriaga, Alberto, “Imagen y memoria en la construcción de la ciudad: hábitat de diversidad y complejidad, Universidad Nacional de Colombia, Unibiblos. Bogotá, Abril de 2.000, p.166.
LA IGLESIA DE SAN DIEGO
LA IGLESIA DE SAN DIEGO
MARIO NEREA GOMEZ
La arquitectura colonial dejo en Bogotá, verdaderas joyas para decantar visualmente por el transeúnte desprevenido. Tanto en el orden civil, como en el religioso, muchas huellas de arte colonial quedaron plasmadas dentro del centro de
la capital... Una de ésas reliquias es precisamente “El convento de San Diego “que permanece inmutable a través de los siglos: es una isla urbana detenida en el tiempo, a cuyo alrededor crecen los edificios gigantescos que caracterizan el Centro Internacional de Bogota.
EL Convento de San Diego se construyo en 1.606 en los terrenos que conformaban la esplendida casa de campo de Don Antonio Maldonado de Mendoza, llamada la Burburata. Santafé de Bogotá comprendía en ese entonces, desde la calle 1ª hasta la calle 26; y desde la carrera primera, hasta la carrera catorce, que era el nuevo barrio San Victorino. La iglesia fue concebida en su época, como un típico convento rural, a la vera del camino de Tunja, con adobes empañetados, techo y balcones de estructura en madera y cubierta de teja de barro.
A mediados del siglo XIX, Chapinero, en ese entonces, una pequeña población, situada a dos kilómetros de Bogotá, empezó a crecer. Las familias de la aristocracia Bogotana tomaron lugar para sus quintas en los terrenos intermedios entre santafe y chapinero. El canino a Tunja – carrera 7a –, y la alameda –carrera 10ª- se ampliaron; ambas vías se cerraron configurando un triangulo urbano muy determinado para convento. Esta zona se pobló rápidamente y al noroccidente se construyó Babaria. Pero a principios de siglo todavía se podía ver a San Diego, como una iglesia rural, gracias al contacto y la cercanía aledaña del Parque De la Independencia, una extensa zona verde alrededor de la quebrada, que una vez canalizada por el alcantarillado, formó una salida rápida para el occidente de la ciudad.
A principios de los años 60, la zona residencial de San diego empezó a convertirse en lo que es hoy el Centro internacional, con edificios como el hotel Tequendama y Bavaria. La iglesia de san Diego presenta un fuerte contraste con su entorno urbano. Alrededor de ella giran edificios como Colpatria, Seguros Tequendama y la Torres del parque –del arquitecto Salmona-, y es un punto de carácter histórico que marca un símbolo en la malla urbana de Bogotá.
Hoy este sector es uno de los más dinámicos de la ciudad en términos de intercambio comercial y cultural. Es un punto vital de encuentro urbano. Allí se encuentran importantes ejes como el Planetario - Plaza de Toros, el Parque de la Independencia, que un sitio estratégico de respiración visual del centro de la capital, existe además en el nuevo espacio recuperado por la Alcaldía Peñalosa, el legendario “Mono de la pila”, donde está la placa conmemorativa del Club de Leones de Bogotá.
La iglesia de San Diego, con la riqueza, el acopio ornamental y la calidad de su volumétrica arquitectónica, es un hito de la ciudad, que habla del pasado conventual y la hace mas amable al transeúnte, conservando intacto, su emplazamiento, en el tejido urbano de la capital.
2008-05-12
MNARIONEREA@YAHOO.ES
MARIO NEREA GOMEZ
La arquitectura colonial dejo en Bogotá, verdaderas joyas para decantar visualmente por el transeúnte desprevenido. Tanto en el orden civil, como en el religioso, muchas huellas de arte colonial quedaron plasmadas dentro del centro de
la capital... Una de ésas reliquias es precisamente “El convento de San Diego “que permanece inmutable a través de los siglos: es una isla urbana detenida en el tiempo, a cuyo alrededor crecen los edificios gigantescos que caracterizan el Centro Internacional de Bogota.
EL Convento de San Diego se construyo en 1.606 en los terrenos que conformaban la esplendida casa de campo de Don Antonio Maldonado de Mendoza, llamada la Burburata. Santafé de Bogotá comprendía en ese entonces, desde la calle 1ª hasta la calle 26; y desde la carrera primera, hasta la carrera catorce, que era el nuevo barrio San Victorino. La iglesia fue concebida en su época, como un típico convento rural, a la vera del camino de Tunja, con adobes empañetados, techo y balcones de estructura en madera y cubierta de teja de barro.
A mediados del siglo XIX, Chapinero, en ese entonces, una pequeña población, situada a dos kilómetros de Bogotá, empezó a crecer. Las familias de la aristocracia Bogotana tomaron lugar para sus quintas en los terrenos intermedios entre santafe y chapinero. El canino a Tunja – carrera 7a –, y la alameda –carrera 10ª- se ampliaron; ambas vías se cerraron configurando un triangulo urbano muy determinado para convento. Esta zona se pobló rápidamente y al noroccidente se construyó Babaria. Pero a principios de siglo todavía se podía ver a San Diego, como una iglesia rural, gracias al contacto y la cercanía aledaña del Parque De la Independencia, una extensa zona verde alrededor de la quebrada, que una vez canalizada por el alcantarillado, formó una salida rápida para el occidente de la ciudad.
A principios de los años 60, la zona residencial de San diego empezó a convertirse en lo que es hoy el Centro internacional, con edificios como el hotel Tequendama y Bavaria. La iglesia de san Diego presenta un fuerte contraste con su entorno urbano. Alrededor de ella giran edificios como Colpatria, Seguros Tequendama y la Torres del parque –del arquitecto Salmona-, y es un punto de carácter histórico que marca un símbolo en la malla urbana de Bogotá.
Hoy este sector es uno de los más dinámicos de la ciudad en términos de intercambio comercial y cultural. Es un punto vital de encuentro urbano. Allí se encuentran importantes ejes como el Planetario - Plaza de Toros, el Parque de la Independencia, que un sitio estratégico de respiración visual del centro de la capital, existe además en el nuevo espacio recuperado por la Alcaldía Peñalosa, el legendario “Mono de la pila”, donde está la placa conmemorativa del Club de Leones de Bogotá.
La iglesia de San Diego, con la riqueza, el acopio ornamental y la calidad de su volumétrica arquitectónica, es un hito de la ciudad, que habla del pasado conventual y la hace mas amable al transeúnte, conservando intacto, su emplazamiento, en el tejido urbano de la capital.
2008-05-12
MNARIONEREA@YAHOO.ES
BILL CLINTON EN BOGOTA: DECLARACION DE AMOR A COLOMBIA
BILL CLINTON pasó por Bogotá, caminó por la carrera 13 hasta el centro de convenciones, se tomó fotos con los niños de Pereira, fue a comprar artesanías y hasta tuvo tiempo de de saludar a sus fanáticas en el Atlantis plaza.
El presidente Clinton rompió sus tres anillos de seguridad, incluidos los del presidente Uribe, y puso muy en claro que es el mejor amigo de Colombia: tiene hace tres años una de esas manirellas que le regalaron en Cartagena y no se la quita y le permanece fiel como a su prenda de matrimonio.
Mientras el candidato Enrique Peñalosa lo aburría con una perorata sobre Gestión Pública, el gigante de Arkansas hizo hasta lo imposible para acomodarse una manillera nueva tricolor que le regaló la Ministra de Cultura. Se lo notaba muy contento con su nuevo souvenir y siempre dice en sus visitas internacionales que ese accesorio es un símbolo de su amor a Colombia. Esto podría sonar falso o raro, a no tratarse de un personaje de las calidades humanas del Demócrata más famoso del mundo, tanto por su posicionamiento del partido Democrata en los Estados unidos, como en la vieja acepción de la palabra democracia a secas.
El centro de convenciones de Bogotá registraba un lleno hasta las banderas –a pesar de que la entrada valía quinientos mil pesos - y habían 2000 almas esperando la llegada del ídolo del liderazgo mundial. Y es que Clinton, hay que decirlo, es uno de los líderes más importantes del siglo XX. Creo que para la posteridad, en la primera mitad del siglo el personaje indiscutible es Wiston Churchill; el hombre que paro a Hitler, el voluminoso y excéntrico primer ministro Británico. Pero en la segunda mitad del siglo XX, Clinton, es el personaje más importante, por su carisma y serenidad política al frente de la primera potencia del mundo.
Quiere más a Colombia que muchos colombianos. Para él Colombia va en la dirección correcta, debe tener paciencia y no precipitarse a un salto al vacío en el TLC- así se lo dijo a Uribe-, y enfocarse en la creatividad y en la capacidad del colombiano de crear nuevas realidades. Con la mano en el corazón, se declaró el mejor amigo de Colombia y abogar por las causas nacionales, en el entorno de las naciones unidas y las ongs internacionales.
Expresó con sun sonrisa de adolescente bonachón que “el futuro somos nosotros, porque nosotros somos la revolución”. Colombia, dijo, es una gran promesa para la humanidad y debe redimir la muerte de todos los que han caído en esta absurda guerra. Guarda Clinton en su casa una condecoración de un combatiente caído, que una colombiana le regaló como símbolo de esa tragedia nacional y se la muestra a sus amigos como presea de los enormes sacrificios que hace Colombia en la guerra contra el narcotafrico y la guerrilla.
Finalmente se despidió uno a uno de los niños músicos de la escuela de Pereira que a pesar de ser sordos oyen la música en su mente. Al final, me firmo un autógrafo, dedicado a mi compañera, donde en claro español le mandaba un beso.Ultimo dato, me impresiono cuando dijo: “el político es el hombre que debe entender todas las agonías del mundo”. Humanidad y grandeza son dos palabras que lo califican, pero que ese día en Bogotá, le quedaron pequeñas.
MARIO NEREA GOMEZ
matrix@uniandino.com.co
BILL CLINTON pasó por Bogotá, caminó por la carrera 13 hasta el centro de convenciones, se tomó fotos con los niños de Pereira, fue a comprar artesanías y hasta tuvo tiempo de de saludar a sus fanáticas en el Atlantis plaza.
El presidente Clinton rompió sus tres anillos de seguridad, incluidos los del presidente Uribe, y puso muy en claro que es el mejor amigo de Colombia: tiene hace tres años una de esas manirellas que le regalaron en Cartagena y no se la quita y le permanece fiel como a su prenda de matrimonio.
Mientras el candidato Enrique Peñalosa lo aburría con una perorata sobre Gestión Pública, el gigante de Arkansas hizo hasta lo imposible para acomodarse una manillera nueva tricolor que le regaló la Ministra de Cultura. Se lo notaba muy contento con su nuevo souvenir y siempre dice en sus visitas internacionales que ese accesorio es un símbolo de su amor a Colombia. Esto podría sonar falso o raro, a no tratarse de un personaje de las calidades humanas del Demócrata más famoso del mundo, tanto por su posicionamiento del partido Democrata en los Estados unidos, como en la vieja acepción de la palabra democracia a secas.
El centro de convenciones de Bogotá registraba un lleno hasta las banderas –a pesar de que la entrada valía quinientos mil pesos - y habían 2000 almas esperando la llegada del ídolo del liderazgo mundial. Y es que Clinton, hay que decirlo, es uno de los líderes más importantes del siglo XX. Creo que para la posteridad, en la primera mitad del siglo el personaje indiscutible es Wiston Churchill; el hombre que paro a Hitler, el voluminoso y excéntrico primer ministro Británico. Pero en la segunda mitad del siglo XX, Clinton, es el personaje más importante, por su carisma y serenidad política al frente de la primera potencia del mundo.
Quiere más a Colombia que muchos colombianos. Para él Colombia va en la dirección correcta, debe tener paciencia y no precipitarse a un salto al vacío en el TLC- así se lo dijo a Uribe-, y enfocarse en la creatividad y en la capacidad del colombiano de crear nuevas realidades. Con la mano en el corazón, se declaró el mejor amigo de Colombia y abogar por las causas nacionales, en el entorno de las naciones unidas y las ongs internacionales.
Expresó con sun sonrisa de adolescente bonachón que “el futuro somos nosotros, porque nosotros somos la revolución”. Colombia, dijo, es una gran promesa para la humanidad y debe redimir la muerte de todos los que han caído en esta absurda guerra. Guarda Clinton en su casa una condecoración de un combatiente caído, que una colombiana le regaló como símbolo de esa tragedia nacional y se la muestra a sus amigos como presea de los enormes sacrificios que hace Colombia en la guerra contra el narcotafrico y la guerrilla.
Finalmente se despidió uno a uno de los niños músicos de la escuela de Pereira que a pesar de ser sordos oyen la música en su mente. Al final, me firmo un autógrafo, dedicado a mi compañera, donde en claro español le mandaba un beso.Ultimo dato, me impresiono cuando dijo: “el político es el hombre que debe entender todas las agonías del mundo”. Humanidad y grandeza son dos palabras que lo califican, pero que ese día en Bogotá, le quedaron pequeñas.
MARIO NEREA GOMEZ
matrix@uniandino.com.co
Colombia: La alegría de pensar
Universidad Autónoma de Colombia, Revista Numero Ediciones, Bogotá, 2008, 334 Pág.
LECTURAS MULTIPLES DE NUESTRA REALIDAD
“El trabajo del critico no es buscar libros mediocres; es identificar los excelentes que llegan a sus manos y dar cuenta, lo mejor posible, de sus excelencias.”
Hernando Valencia Goelkel
Con el cambio de siglo, se presenta en Colombia un fenómeno interesante, el cual consiste en repensarse desde adentro, desde su historia documentada, desde sus personajes, pensadores e intelectuales. Es así como se producen libros de diversa índole que entran en el difícil proceso de acercarse a la realidad nacional desde ópticas multidisciplinarias. Se diría que Colombia, en su encrucijada de violencia, producto de su ignorancia histórica y de la complejidad de fenómenos que la sacuden a diario, necesita con urgencia mas diagnostico, más consensos, más explicaciones racionales a los complejos fenómenos sociales que la caracterizan. Colombia también es una marca, es nuestro equipo de fútbol, es las manilleras y los escudos en las solapas, y es también una preocupación cotidiana que va desde mirar los titulares de los periódicos todos los días, hasta ver que libros se producen sobre nuestra realidad inverosímil y violenta. Ya se trate de marketing, violentología, Colombia es una fuente inagotable de fenómenos históricos y sociales que merecen la pena ser analizados mas allá de las triviales circunstancias en que parece desenvolverse los fenoles mediáticos de nuestra gran prensa.
He citado al maestro Valencia en el epígrafe inicial de este artículo, porque cuando un libro excelente llega a nuestras manos, hay que hacer gala de sus bondades. Pero diría más, hay que difundirlo, hay que tratar de contagiar del entusiasmo a los lectores para que participen de una experiencia formativa, lúdica y pedagógica, como bien lo evidencia el libro Colombia: La alegría de pensar. Libro que se gesta en la Universidad autónoma de Colombia, bajo la vigilancia de su rector Carlos Ossa Escobar, y que originalmente, cuando se concibió, fue dirigirlo a estudiantes en proceso de formación, pero después, la bola de nieve creció y bajo la orientación y el entusiasmo de Yolanda Gonzáles Paccioti y el Instituto superior de Pedagogía de la Universidad, tomo forma, para ser publicado por la revista Numero, que se encargo de hacer un impecable trabajo de edición.
El libro pretende según la compiladora convertirse en un “puente cultural entre generaciones”: trasmitir un legado, promover la alegría de conocer y de pensar, abrir espacios para desarrollar las capacidades y la autonomía, para presentar una visión cercana de la cultura colombiana con ejemplos reconocibles que constituyan una referencia de identidad. Para tal efecto se convocaron a mas de 25 artistas e intelectuales colombianos a escribir un articulo dentro de su esfera de acción que pudiera motivar al lector a una mejor compresión de los fenómenos, pero partiendo de una total libertad para introducir el tema de su área de conocimiento. Resultado: un libro ameno, que en algunos casos son simples artículos, y en otros verdaderos ensayos literarios, con todo el compromiso que implica la palabra. EL libro se divide en seis secciones bajo los sugerentes títulos : Leer, escribir, discutir-disertaciones sobre la literatura a cargo de William Ospina,, R-H Moreno Duran y Luz Mary Giraldo; Miradas sobre la diferencia – reflexiones filosóficas y periodísticas a cargo de Estanislao Zuleta , Maria Teresa Herrán; Historias d e vida – investigaciones urbanas de carácter social por Guillermo González Uribe y Fernando Cruz Kronfly; En torno a la ciudad- artículos sobre arquitectura y urbanismo a cargo de Rogelio Saltona y Alberto Saldarriaga Roa; Colombia y Latinoamérica- con notas sobre política a cargo de Cristina de la Torre y Martha Senn, Artes y Letras- con ensayos de Santiago Mutis, Jorge Orlando Melo (Julio Cesar y la futilidad de la guerra)y Carlos Duplat, entre otros. En el prologo a cargo de Rubén Sierra Mejía, se hace énfasis en recuperar un humanismo en la época de la posmodernidad para “educar un ciudadano capaz de comprender el momento en que vive, por encima de su profesión o del oficio que escogió para actuar en sociedad”. Se propone finalmente y haciendo un paralelo con el Quijote, en buscar una acumulación de nuevos sentidos en cada lectura, que como tal es una experiencia única e intransferible, de manera que no haya dos lecturas iguales hechas por dos lectores diferentes.
El articulo del escritor Germán Espinosa, llamado Boceto para un evangelio del buen lector en un buen abrebocas para iniciar el viaje vertiginoso que propone la multidisciplinariedad del oficio de leer : 1.- La lectura es una forma de hacernos contemporáneos con los seres humanos d e todas las épocas. A través de ella, podrás conversar con los hombres de años recientes o del pretérito más remoto. El buen lector es un viajero y ciudadano del tiempo. 5.- Nunca ocultes ni busque mayor justificación a tu disgusto por un libro. Si no te gustó, ello parte de tus fueros. 16.- Recomienda los libros que te gusten, pero no te esfuerces mucho en lograr que otros los lean. Si no lo hacen, ellos se los pierden.20.-No recibas concejos sobre la posición física en que debes leer. Si aquella que te gusta te joroba la espalda, déjala que se jorobe. 49.- Desconfía de los libros que reciben demasiada publicidad. El ruido jamás es heraldo de la sabiduría. 52.- Sé fiel a tu vocación de lector, hasta cuando tú seas tú mismo tú propio libro. Observaciones estas muy pertinentes tratándose d e un escritor tan experimentado en lo estilístico y tan reconocido en el panorama internacional de la literatura Colombiana como el autor cartagenero de Los cortejos del diablo.
Finalmente quiero resaltar dos textos sobre Colombia en la perspectiva urbana. Alberto Saldariaga plantea en su texto que Colombia debe hacer un gran esfuerzo en términos de patrimonio:” Salvar lo que queda es un consigna clara en la mentalidad de los ambientalistas y de los urbanistas conscientes. Acabar con lo que queda es la consigna que queda en la mentalidad agresivamente progresista de las grandes fuerzas del poder y del dinero. Salvar lo que queda es hoy día una voluntad de resistir a las fuerzas de la destrucción” Rogelio Saltona, en un hermoso articulo denominado “Un arte del espacio”, hace una aproximación a una definición de la Arquitectura en términos de los sensorial, lo urbano y lo cultural trascendente: “La arquitectura se alimenta del transcurrir del tiempo, de lo que pasa y va quedando. Su historia es una tradición viva, alimentada por el pasado, que le permite actuar con originalidad en el presente y preparar con ética el futuro. La arquitectura es cómplice de la ciudad, la construye, la transforma y la enriquece. La arquitectura es una permanente recreación, que implica un conocimiento de la historia en general y de la historia de la arquitectura en particular.”
Si Colombia debe asumir el cambio de milenio como el pretexto para la construcción de un proyecto de futuro, sin duda alguna este libro que retoma pedagógicamente”la alegría de pensar” desde una perspectiva heterodoxa, interdisciplinaria y creativa es un gran aporte para una lectura múltiple de nuestra compleja realidad.
MARIO NEREA GOMEZ
ARQUITECTO
Universidad Autónoma de Colombia, Revista Numero Ediciones, Bogotá, 2008, 334 Pág.
LECTURAS MULTIPLES DE NUESTRA REALIDAD
“El trabajo del critico no es buscar libros mediocres; es identificar los excelentes que llegan a sus manos y dar cuenta, lo mejor posible, de sus excelencias.”
Hernando Valencia Goelkel
Con el cambio de siglo, se presenta en Colombia un fenómeno interesante, el cual consiste en repensarse desde adentro, desde su historia documentada, desde sus personajes, pensadores e intelectuales. Es así como se producen libros de diversa índole que entran en el difícil proceso de acercarse a la realidad nacional desde ópticas multidisciplinarias. Se diría que Colombia, en su encrucijada de violencia, producto de su ignorancia histórica y de la complejidad de fenómenos que la sacuden a diario, necesita con urgencia mas diagnostico, más consensos, más explicaciones racionales a los complejos fenómenos sociales que la caracterizan. Colombia también es una marca, es nuestro equipo de fútbol, es las manilleras y los escudos en las solapas, y es también una preocupación cotidiana que va desde mirar los titulares de los periódicos todos los días, hasta ver que libros se producen sobre nuestra realidad inverosímil y violenta. Ya se trate de marketing, violentología, Colombia es una fuente inagotable de fenómenos históricos y sociales que merecen la pena ser analizados mas allá de las triviales circunstancias en que parece desenvolverse los fenoles mediáticos de nuestra gran prensa.
He citado al maestro Valencia en el epígrafe inicial de este artículo, porque cuando un libro excelente llega a nuestras manos, hay que hacer gala de sus bondades. Pero diría más, hay que difundirlo, hay que tratar de contagiar del entusiasmo a los lectores para que participen de una experiencia formativa, lúdica y pedagógica, como bien lo evidencia el libro Colombia: La alegría de pensar. Libro que se gesta en la Universidad autónoma de Colombia, bajo la vigilancia de su rector Carlos Ossa Escobar, y que originalmente, cuando se concibió, fue dirigirlo a estudiantes en proceso de formación, pero después, la bola de nieve creció y bajo la orientación y el entusiasmo de Yolanda Gonzáles Paccioti y el Instituto superior de Pedagogía de la Universidad, tomo forma, para ser publicado por la revista Numero, que se encargo de hacer un impecable trabajo de edición.
El libro pretende según la compiladora convertirse en un “puente cultural entre generaciones”: trasmitir un legado, promover la alegría de conocer y de pensar, abrir espacios para desarrollar las capacidades y la autonomía, para presentar una visión cercana de la cultura colombiana con ejemplos reconocibles que constituyan una referencia de identidad. Para tal efecto se convocaron a mas de 25 artistas e intelectuales colombianos a escribir un articulo dentro de su esfera de acción que pudiera motivar al lector a una mejor compresión de los fenómenos, pero partiendo de una total libertad para introducir el tema de su área de conocimiento. Resultado: un libro ameno, que en algunos casos son simples artículos, y en otros verdaderos ensayos literarios, con todo el compromiso que implica la palabra. EL libro se divide en seis secciones bajo los sugerentes títulos : Leer, escribir, discutir-disertaciones sobre la literatura a cargo de William Ospina,, R-H Moreno Duran y Luz Mary Giraldo; Miradas sobre la diferencia – reflexiones filosóficas y periodísticas a cargo de Estanislao Zuleta , Maria Teresa Herrán; Historias d e vida – investigaciones urbanas de carácter social por Guillermo González Uribe y Fernando Cruz Kronfly; En torno a la ciudad- artículos sobre arquitectura y urbanismo a cargo de Rogelio Saltona y Alberto Saldarriaga Roa; Colombia y Latinoamérica- con notas sobre política a cargo de Cristina de la Torre y Martha Senn, Artes y Letras- con ensayos de Santiago Mutis, Jorge Orlando Melo (Julio Cesar y la futilidad de la guerra)y Carlos Duplat, entre otros. En el prologo a cargo de Rubén Sierra Mejía, se hace énfasis en recuperar un humanismo en la época de la posmodernidad para “educar un ciudadano capaz de comprender el momento en que vive, por encima de su profesión o del oficio que escogió para actuar en sociedad”. Se propone finalmente y haciendo un paralelo con el Quijote, en buscar una acumulación de nuevos sentidos en cada lectura, que como tal es una experiencia única e intransferible, de manera que no haya dos lecturas iguales hechas por dos lectores diferentes.
El articulo del escritor Germán Espinosa, llamado Boceto para un evangelio del buen lector en un buen abrebocas para iniciar el viaje vertiginoso que propone la multidisciplinariedad del oficio de leer : 1.- La lectura es una forma de hacernos contemporáneos con los seres humanos d e todas las épocas. A través de ella, podrás conversar con los hombres de años recientes o del pretérito más remoto. El buen lector es un viajero y ciudadano del tiempo. 5.- Nunca ocultes ni busque mayor justificación a tu disgusto por un libro. Si no te gustó, ello parte de tus fueros. 16.- Recomienda los libros que te gusten, pero no te esfuerces mucho en lograr que otros los lean. Si no lo hacen, ellos se los pierden.20.-No recibas concejos sobre la posición física en que debes leer. Si aquella que te gusta te joroba la espalda, déjala que se jorobe. 49.- Desconfía de los libros que reciben demasiada publicidad. El ruido jamás es heraldo de la sabiduría. 52.- Sé fiel a tu vocación de lector, hasta cuando tú seas tú mismo tú propio libro. Observaciones estas muy pertinentes tratándose d e un escritor tan experimentado en lo estilístico y tan reconocido en el panorama internacional de la literatura Colombiana como el autor cartagenero de Los cortejos del diablo.
Finalmente quiero resaltar dos textos sobre Colombia en la perspectiva urbana. Alberto Saldariaga plantea en su texto que Colombia debe hacer un gran esfuerzo en términos de patrimonio:” Salvar lo que queda es un consigna clara en la mentalidad de los ambientalistas y de los urbanistas conscientes. Acabar con lo que queda es la consigna que queda en la mentalidad agresivamente progresista de las grandes fuerzas del poder y del dinero. Salvar lo que queda es hoy día una voluntad de resistir a las fuerzas de la destrucción” Rogelio Saltona, en un hermoso articulo denominado “Un arte del espacio”, hace una aproximación a una definición de la Arquitectura en términos de los sensorial, lo urbano y lo cultural trascendente: “La arquitectura se alimenta del transcurrir del tiempo, de lo que pasa y va quedando. Su historia es una tradición viva, alimentada por el pasado, que le permite actuar con originalidad en el presente y preparar con ética el futuro. La arquitectura es cómplice de la ciudad, la construye, la transforma y la enriquece. La arquitectura es una permanente recreación, que implica un conocimiento de la historia en general y de la historia de la arquitectura en particular.”
Si Colombia debe asumir el cambio de milenio como el pretexto para la construcción de un proyecto de futuro, sin duda alguna este libro que retoma pedagógicamente”la alegría de pensar” desde una perspectiva heterodoxa, interdisciplinaria y creativa es un gran aporte para una lectura múltiple de nuestra compleja realidad.
MARIO NEREA GOMEZ
ARQUITECTO
ORGANIZACION URBANA EN CIUDAD PERDIDA
para los amantes del parque tayrona y pueblito
Margarita Serje de la Osa. Cuadernos de Arquitectura, Escala, núm. 9
"Hablo a las veces del pretérito y otras del presente, porque estas cosas algunas permanecen, y de otras no hay rastro", nos dice fray Pedro Simón, en la quinta de sus Noticias historiales. En este castellano encontramos la clave de todo el problema, tanto arqueológico como arquitectónico, referente a Ciudad Perdida. La cronología tairona establecida hasta ahora no permite ser muy preciso en la clasificación de la cerámica, como tampoco en las interpretaciones respecto al urbanismo de los asentamientos arqueológicos. Cada vez surgen hipótesis más convincentes sobre la evolución de los taironas con respecto a su movilización a todo lo largo y ancho de la Sierra Nevada, desde antes del proceso de la colonización española y su repercusión en las poblaciones indígenas, hasta el virtual abandono de las mismas ya entrada la época de la independencia.
Sucinto, explícito y documentado, el estudio hecho por Margarita Serje de la Osa acerca del "urbanismo" en Ciudad Perdida, pasa a ser uno de los documentos más completos que al respecto se hayan publicado en Colombia, ya que cuando los estudiosos tratan este tema en las historias del arte y la arquitectura, pasan por encima el aspecto urbanístico que tanta importancia tiene dentro de la conformación de las ciudades primitivas, donde es imposible entender el espacio arquitectónico fuera del contexto del tejido urbanístico. Esto equivaldría a pretender estudiar la vivienda aisladamente, sin comprender que estos recipientes son apenas piezas de una mayor dimensión que equivalen a la cosmogonía de la ciudad. En los asentamientos indígenas arqueológicos y en los que hoy prevalecen, existen diferencias y afinidades ostensibles. Por una parte se conservan elementos de la tradición indígena que ha venido trasmitiéndose a lo largo de las diferentes generaciones; pero inevitablemente se va dando un proceso de mestizaje que se refleja tanto en la conformación de las comunidades como en la disposición e implantación de las mismas. He aquí otro aspecto que ha de tenerse en cuenta cuando se estudia la distribución urbana en Ciudad Perdida, porque, al contrario de lo que suponemos, el proceso de metamorfosis de la ciudad es tan vertiginoso como sus pobladores. Recordemos que Ciudad Perdida se halla en la Sierra Nevada de Santa Marta, con una altura variable de acuerdo con los diferentes pisos térmicos donde se presentan las implantaciones, y alcanza en su punto más alto los 5.775 m. sobre el nivel del mar, lo cual la hace la montaña litoral más alta el mundo. Desde el siglo XVI los taironas abandonan sus poblados, huyendo de la coraza española, dejando que la selva y el tiempo cubrieran los vestigios de su hábitat. Muchos estudiosos han investigado en la zona, entre ellos Rischof, Alden Mason, Gerardo y Alicia Reichel-Dolmatoff, Luis Herrera, Gilberto Cadavid y, Alvaro Soto, entre otros. El mayor interés que ofrece el estudio de Margarita Serje de la Osa consiste en que se trata de una racionalización, tanto de los fenómenos de interrelación del espacio urbano de Ciudad Perdida, como de los procesos de implantación, sin olvidar, claro está, la clasificación de los métodos constructivos que caracterizan la arquitectura del entorno. El tratamiento sincrónico y atemporal de algunos elementos de la investigación es muy discutible desde el punto de vista estrictamente antropológico.
La información histórica y la descripción general del asentamiento arqueológico son lo suficientemente claras como para que el lector desprevenido las entienda. Allí se describe con precisión el aspecto organizativo y su relación obvia con el aspecto constructivo. La arquitectura lítica de Ciudad Perdida surge y se entiende como una adaptación a las condiciones del medio, que con las determinantes de climatización y control ambiental forman un todo coherente. Sólo entonces podemos entender la función de elementos como las terrazas y muros de contención, los anillos de piedra de los sitios de habitación, los diferentes tipos de caminos, los canales de aguas lluvias y las variedades de escaleras. Todos estos elementos forman parte del repertorio espacial que determina el tejido de una ciudad en perfecto equilibrio con su hábitat. Cada uno de los elementos está debidamente clasificado y estudiado, con rigor intelectual, en sus diferentes manifestaciones. Es una información que le sirve tanto al antropólogo como al arquitecto, que en el caso de Ciudad Perdida deben estar fundidos en uno solo. Es muy difícil estudiar esta zona sin una coincidencia rigurosa y feliz de interdisciplinas, desde los caminos que nos enseña el guaquero, hasta la clasificación temporal del antropólogo. La importancia de este estudio radica en que es un punto de partida para seguir ahondando con rigor científico (que a medida que apunta hacia el futuro nos explica el pasado) en Ciudad Perdida, donde todavía hay mucho por descubrir.
MARIO NEREA GOMEZ
para los amantes del parque tayrona y pueblito
Margarita Serje de la Osa. Cuadernos de Arquitectura, Escala, núm. 9
"Hablo a las veces del pretérito y otras del presente, porque estas cosas algunas permanecen, y de otras no hay rastro", nos dice fray Pedro Simón, en la quinta de sus Noticias historiales. En este castellano encontramos la clave de todo el problema, tanto arqueológico como arquitectónico, referente a Ciudad Perdida. La cronología tairona establecida hasta ahora no permite ser muy preciso en la clasificación de la cerámica, como tampoco en las interpretaciones respecto al urbanismo de los asentamientos arqueológicos. Cada vez surgen hipótesis más convincentes sobre la evolución de los taironas con respecto a su movilización a todo lo largo y ancho de la Sierra Nevada, desde antes del proceso de la colonización española y su repercusión en las poblaciones indígenas, hasta el virtual abandono de las mismas ya entrada la época de la independencia.
Sucinto, explícito y documentado, el estudio hecho por Margarita Serje de la Osa acerca del "urbanismo" en Ciudad Perdida, pasa a ser uno de los documentos más completos que al respecto se hayan publicado en Colombia, ya que cuando los estudiosos tratan este tema en las historias del arte y la arquitectura, pasan por encima el aspecto urbanístico que tanta importancia tiene dentro de la conformación de las ciudades primitivas, donde es imposible entender el espacio arquitectónico fuera del contexto del tejido urbanístico. Esto equivaldría a pretender estudiar la vivienda aisladamente, sin comprender que estos recipientes son apenas piezas de una mayor dimensión que equivalen a la cosmogonía de la ciudad. En los asentamientos indígenas arqueológicos y en los que hoy prevalecen, existen diferencias y afinidades ostensibles. Por una parte se conservan elementos de la tradición indígena que ha venido trasmitiéndose a lo largo de las diferentes generaciones; pero inevitablemente se va dando un proceso de mestizaje que se refleja tanto en la conformación de las comunidades como en la disposición e implantación de las mismas. He aquí otro aspecto que ha de tenerse en cuenta cuando se estudia la distribución urbana en Ciudad Perdida, porque, al contrario de lo que suponemos, el proceso de metamorfosis de la ciudad es tan vertiginoso como sus pobladores. Recordemos que Ciudad Perdida se halla en la Sierra Nevada de Santa Marta, con una altura variable de acuerdo con los diferentes pisos térmicos donde se presentan las implantaciones, y alcanza en su punto más alto los 5.775 m. sobre el nivel del mar, lo cual la hace la montaña litoral más alta el mundo. Desde el siglo XVI los taironas abandonan sus poblados, huyendo de la coraza española, dejando que la selva y el tiempo cubrieran los vestigios de su hábitat. Muchos estudiosos han investigado en la zona, entre ellos Rischof, Alden Mason, Gerardo y Alicia Reichel-Dolmatoff, Luis Herrera, Gilberto Cadavid y, Alvaro Soto, entre otros. El mayor interés que ofrece el estudio de Margarita Serje de la Osa consiste en que se trata de una racionalización, tanto de los fenómenos de interrelación del espacio urbano de Ciudad Perdida, como de los procesos de implantación, sin olvidar, claro está, la clasificación de los métodos constructivos que caracterizan la arquitectura del entorno. El tratamiento sincrónico y atemporal de algunos elementos de la investigación es muy discutible desde el punto de vista estrictamente antropológico.
La información histórica y la descripción general del asentamiento arqueológico son lo suficientemente claras como para que el lector desprevenido las entienda. Allí se describe con precisión el aspecto organizativo y su relación obvia con el aspecto constructivo. La arquitectura lítica de Ciudad Perdida surge y se entiende como una adaptación a las condiciones del medio, que con las determinantes de climatización y control ambiental forman un todo coherente. Sólo entonces podemos entender la función de elementos como las terrazas y muros de contención, los anillos de piedra de los sitios de habitación, los diferentes tipos de caminos, los canales de aguas lluvias y las variedades de escaleras. Todos estos elementos forman parte del repertorio espacial que determina el tejido de una ciudad en perfecto equilibrio con su hábitat. Cada uno de los elementos está debidamente clasificado y estudiado, con rigor intelectual, en sus diferentes manifestaciones. Es una información que le sirve tanto al antropólogo como al arquitecto, que en el caso de Ciudad Perdida deben estar fundidos en uno solo. Es muy difícil estudiar esta zona sin una coincidencia rigurosa y feliz de interdisciplinas, desde los caminos que nos enseña el guaquero, hasta la clasificación temporal del antropólogo. La importancia de este estudio radica en que es un punto de partida para seguir ahondando con rigor científico (que a medida que apunta hacia el futuro nos explica el pasado) en Ciudad Perdida, donde todavía hay mucho por descubrir.
MARIO NEREA GOMEZ
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